8 días después del atentado en Londres me he puesto a pensar, rememorando la experiencia vivida en nuestro país y desde lo personal en el País Vasco, centrándome en la experiencia vivida por mí al crear, dirigir y supervisar el “Programa de atención y prevención a víctimas de la violencia político – ideológica”.
Ha pasado mucho tiempo, ETA ya no está marcando nuestro día a día pero aún quedan heridas que curar.
Ya el 21 de febrero de 1998 di la conferencia “Victimas, una sociedad asfixiada por la violencia” dentro de las jornadas “El idealismo perverso: una reflexión sobre la violencia ideológica y sus víctimas”, organizadas por la Asociación Española de Psicoterapia Dinámica y de los Sistemas Humanos, en el Iltre. Colegio Oficial de Médicos de Madrid.
Ahora es un terrorismo a nivel mundial el que está marcando el presente y el futuro de las sociedades y de las personas como individuos.
Nos encontramos con situaciones que nos desbordan y nos dan miedo marcando a cada persona de una manera u otra.
Nos quedamos sobrecogidos ante el televisor cada vez que hay un atentado y nos llegan los mensajes de cómo está cambiando nuestra sociedad y nuestras costumbres. Ahora cualquiera puede ser la victima y cualquiera puede ser el enemigo y hay que cuidarse. Despiertan nuestros fantasmas más antiguos y nos sentimos vulnerables lo que nos lleva a inhibirnos y aislarnos.
¿Sera seguro ir a tal sitio, será sensato hacer esto o aquello?
La muerte enfrenta al ser humano a la limitación extrema, aquella de la que no puede escaparse.
La violencia y la muerte confrontan al ser humano a vivir un sentimiento de vulnerabilidad y desamparo que desencadena una vivencia ominosa.
Me parece interesante pensar como nos marcan estas vivencias, estos miedos, este sentimiento de vulnerabilidad y desamparo. Hemos escuchado estos días a la Primera Ministra de Inglaterra hablar de recorte de libertades para proteger a la población y voces que se levantan pidiendo más gasto en defensa, salida del ejército a la calle, bajada de presupuestos en sanidad etc.
Yo me pregunto cómo va a marcar todo esto a nuestra generación y a las generaciones futuras.
Habría que desarrollar políticas que llevaran a la creación de programas de atención a las víctimas y damnificados de los ataques terroristas, así como programas de prevención que ayuden a las personas a desarrollar habilidades psicológicas para poder seguir siendo dueñas de sí mismas ante estas situaciones sin quedar atrapadas en lo traumático y por tanto anuladas por el trauma.
Freud lo define como “la consecuencia de una extensa herida de la barrera protectora de los estímulos” es decir seria la consecuencia de un impacto al que la barrera psíquica antiestimulo no puede parar por lo que se produce una herida en el psiquismo del sujeto.
El trauma es el colapso de la estructura del yo en todos sus planos referenciales, como resultado del encuentro con una amenaza catastrófica y una reacción caótica, produciendo la singular experiencia traumática.
Llama la atención la incapacidad de estas personas para expresar verbalmente lo sucedido. El sujeto puede hacer un relato y repetirlo hasta la saciedad pero hay algo que no puede terminar de decir, causándole una sensación de impotencia e incomprensión, terminan diciendo “hay algo que no le puedo trasmitir, es la muerte, ¿lo entiende?. No, no lo puede entender y a mí me faltan las palabra” Se refiere a esa sensación ominosa que le angustia.
No toda amenaza o situación terrible provoca una vivencia traumática eso dependerá de la capacidad de cada persona de tramitarlo, elaborarlo.
Es una actitud común en muchos terapeutas considerar como traumático lo que ellos viven como terrible en el relato del paciente.
La vivencia traumática es una irrupción del mundo externo en el mundo interno. El sujeto se convierte en objeto del mundo externo y para no quedar ahí atrapado tendrá que sondear y elaborar aquello que le hace quedar atrapado, capturado por la situación.
Tendríamos que distinguir, a mi modo de ver es muy importante, entre victimas y damnificados.
Está claro que los muertos en atentados terroristas son víctimas pero quiero ir más allá.
Por “victima” defino a la persona que queda capturada por la situación queda petrificada en ella y no tiene futuro. A la víctima se la despoja de su condición de persona, su identidad es adjudicada desde el otro no desde sí mismo.
Pensemos en las viudas, hijos, padres etc. que han perdido su propia identidad para quedar ancladas en la “viuda de”, “madre de”, “victima de” etc.
Si bien damnificado y victima son usados en lo común como sinónimos aquí es necesario introducir una distinción vital. El dolor personal es lo que determina la condición de damnificado, a diferencia de las victimas que quedan sustraídas del presente y del porvenir quedando congelada en un pasado irremediable. El presente solo existe para el damnificado teniendo también futuro. El damnificado tiene porvenir como sujeto, la victima no.
La función terapéutica es posibilitar al individuo a que se enfrente con su condición especifica e idiosincrática del sujeto ante la situación desgarrante.
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